Si
la vida y la realidad dejaran de proponer misterios no habría futuro
alguno para la existencia. Vivimos en función de lo oculto. El
conocimiento se nutre de ausencias. La ciencia responde a muchas
interrogantes. Pero el hombre quiere saber más: quiere saber por qué y
para qué existe. La filosofía procura establecerse en este campo. Pero
la sed queda. La religión postula una fe, un círculo de creencias. Aquí
surge el cuarto escalón: Se trata de saber el misterio. Y el misterio
tiene un nombre: Dios
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